Yo soy una buena amante.

Y no es fácil, querido diario, tu sabes mejor que nadie que tengo un largo historial de aprendizajes al respecto, pero puedo decir con la boca atascada de verdad, que lo he logrado.



Ya no me emociono ni creo en el amor, punto favorable para no dejarme enganchar ni con aquel que estoy esperando ni con aquel que alguna vez estuvo, ni con el que vendrá. Por qué siempre vienen nuevos. Siempre.



Quizá me encapriche con alguno, pero tengo la facilidad para demostrarme a mí misma que no es el príncipe azul por el que he estado esperando, ni mucho menos. Me dura un rato, ya después se me olvida...



...O no, pero sé que las segundas partes, son revancha, nada más.



Gozo al momento, como en los orgasmos, a lo que hay minutos después se le llama convivencia, les guste o no. El sexo sólo dura unos segundos, lo demás es mero trámite.



No exijo, si me cancelan, no me lo tomo apecho, si me cambian por otra, es historia bien conocida, no tengo porque mentir... Ni querer más.

Acepto lo que me den. Eso sí, acepto de muchos, por lo que casi nunca estoy en espera de algo. Siempre hay, siempre existe.



La gente desea ser amada.

Yo sólo deseo que se crean que son amados conmigo, con la única finalidad de que regresen.



Finjo con facilidad. Si quieres una novia mojigata, sé actuar. Tanto que ese mismo día podría ver al hombre con el que tuve una tarde de sexo magnífica, con su novia y fingir demencia. Así soy yo: Actriz casi profesional.



Nunca llamo, no hace falta. Ellos me buscan.



Soy una buena amante. Mientras el corazón siga frío, calmado y ubicado. No hay nada que temer.



Y ¿Te confieso algo querido diario? Pese a mi vaga experiencia con hombres, no he conocido ni uno, que valga la pena.



Ni uno.