Dilema.

Querido diario, sé que te he abandonado mucho y que las letras ya no fluyen tanto como antes porque en aquellos tiempos disfrutaba mostrarme como una mujer capaz de tener a cualquier hombre. Y lo hacía, tu eres testigo de todas mis andanzas, sólo que ahora, querido diario, las cosas han cambiado.


Al parecer, el despacho es mantenido por el 90% de mis casos ganados cuestión que está mermando mi entrada económica y proporcionando una profunda depresión. El dueño del despacho convocó una junta en la que era la única mujer, dentro de un círculo de 5 hombres. Es complicado para una mujer poder mantenerse en un ambiente machista al que le es complicado aceptar que una mujer les está ganando.


Entonces, querido diario, existe una propuesta para convertirme en socia mayoritaria del despacho, lo cual me haría prácticamente la dueña. Para eso, necesito ganar 5 casos pendientes y por supuesto, ganarme el voto de dos de los cinco hombres que integran la junta directiva.


No es que me importe mucho. Bueno no, sí me importa mucho llegar a ser socia de un despacho y ahí está entonces la razón de mi ausencia.


Aunque no debo omitir la parte importante y crucial en todo este tema, querido diario, y este es que prácticamente me he convertido en una caza talentos.


Derivado del hecho de que tengo que ganar 5 casos y no puedo sola, me di a la tarea de contratar a otro asistente. Hombre, por supuesto.


Entonces encontré uno, muy feito, pero muy capaz. El otro, muy guapito y no tan capaz; por lo que decidí ponerlos a trabajar juntos... Y también comencé a hacer un score entre los dos para saber quién me ofrece más satisfacciones.


Pronto te haré saber, querido diario, el marcador final del primer juego...

Colección

Muchos coleccionan pendejadas.

La mayoría de los coleccionadores pasan gran parte de su tiempo, buscando, recortando, comprando, comparando, cambiando; lo que coleccionan.


Yo colecciono cartas. Después fueron post-its. Luego y finalmente, correos electrónicos.



Veras, querido diario, para que un hombre reste a su hombría un 20% para dedicarle 5 o 10 minutos en escribir un mail lleno de miel o de mentiras o de cursilerías, merece ser reconocido.



En mi correo electrónico guardo carpetas por años. Antes lo hacía por amantes pero ya era demasiado complicado volver a leerlos, volver a mofarse. Así que me fui por la temporalidad.


El año que más recabó cartas fue el 2008. Algo pasó en ese año que todo mundo pensó que sería divertido darse a la búsqueda de su alma gemela. Yo tenía muchas ofertas para ser alma gemela de muchos.


En ese sentido, entonces, ayer estaba leyendo el 2010. Los hombres se han vuelto más rosas, diría yo. Piensan que nadie los oye, nadie los escucha, y entonces pueden, con toda seguridad, lo que nunca pensaste que te dirían a la cara.


Pero no todo es así querido diario, así de lindo como podrías leer. No.

Lo cierto es que yo no me lo creo. No me creo nada de lo que me escriben. Y no es por otra cosa sino es por un simple hecho: Un hombre que escribió algo JAMÁS podrá hacerlo.


No te confundas querido diario, no es que yo sea ¿Cómo dicen? Una insensible, o que no tenga sentimientos, sea una mujer indomable... Es que en el amor es muy diferente al derecho: Lo escrito no tiene valor. El valor lo dan los hechos, no las palabras, ni en papel ni al aire.


Entonces lo que está ahí, en todos esos correos electrónicos no son otra cosa que mentiras, mentiras para llevarte a la cama.


Por lo tanto y bajo ese tenor, corrijo, porque después de mi análisis me pude percatar que no colecciono cartas. Lo que en verdad colecciono son, mentiras. Mentiras que alguien quiso pasar por ciertas, con tal de llevarme a la cama.

En un principio Dios hizo la luz para vencer a la oscuridad

La casualidad no existe, dudo que sea un invento para justificar lo injustificable. Dudo que las cosas sean simples, siempre hay complejidad. Dudar incrementa las posibilidades de saber.

Sé, por ejemplo, que Raphael va a cansarme. Los hombres tienen ese don, el de hartar. Sé que esa, precisamente, es una de las razones por las que nunca voy a casarme, el hombre perfecto no existe. Por eso hay que construírselo de muchos otros. Como un frankenstein.

Salí ayer con un abogado. Otro. Necesito ampliar mis posibilidades. Tal vez un biólogo o un químico.

En la cena él pidió vino rosado y no pude más que pensar: Qué puto. Me reí y él preguntó la razón. Yo sólo lo miré y mentí como suelo hacerlo con todo aquel que me pregunta "¿Qué te pasa?".

- Nada, contesté, lo que pasa es que siempre había soñado con esta noche y no creí que fuera así de perfecta.

Él se quedó contento y yo, con un poco más de tiempo para burlarme de sus mancuernillas que parecían de un hombre que no conoce el clítoris de una mujer.

¿Porqué en este mundo no nos dejamos de todas esas pendejadas y hablamos con la verdad? ¿Quién inventó las reglas de etiqueta en las relaciones? No sé. Pero quien lo hizo, es un puto.

Y por puto entiéndase por cobarde. No me mal interpreten sociedad juzgadora.

Dios debió de crear primero a la mujer. Se hubiera ahorrado muchos disgustos.

Ah, por cierto. Hoy es mi cumpleaños.