Ramo de rosas número tres mil cuatrocientos cincuenta y ocho.

No soy mujer para ti, debes aceptarlo.
Le dije. Creí que iban a desfallecer en ese momento y ante su incredulidad, seguí con el monólogo querido diario, que ya conoces. Que no soy buena mujer, que me enamoro con facilidad, que de igual forma me aburro, que estoy en constante aventura, que yo ya perdí mis oportunidades con el amor, que yo ya no me debo nada con el romance...
Pero parecía no entenderme.
Te voy a destruir y te convertirás en un hombre más de los cuales las mujeres tanto se quejan. Y eso es una lástima. Puedes ser buen marido, buen novio, pero amante serías el peor. No soy mujer para ti, debes entenderlo.

Consiguió entonces salir del restaurante sin decirme una palabra y pensé que me había librado de él hasta este momento en el que, al llegar de comer, me encuentro con un descomunal arreglo de flores: "Haré que te enamores de mi".

Le mandé un mensaje de texto: "El amor nunca debe forzarse".

Fin de esta historia.

Dato al margen.

Querido Diario.
Todo fue mal.
Mil cosas pasaron por mi cabeza y lo cierto es que no pude aterrizar nada. No pude decir, ni pensar, ni hacer nada ante lo que sucedió el pasado sábado.
Todo ha terminado, sin ni siquiera haber empezado alguna vez.

Querido Diario, en verdad siento que no puedo desearle lo mejor y ese es el auténtico problema.
Pero tampoco me atrevo a desearle lo peor, porque lo cierto es que esta historia ya tan poca relevancia tiene que no importa si es que hubo o no, un punto final.

Me quedo con los pequeños recuerdos que hubo a lo largo de un año, hace cuatro. Eso y un "gracias por venir".

No me sorprende que no pudiera ser una maldita. No cuando existe una tercera persona que espero jamás conocer, ni por equivocación. Eso sí me regresa a mi estatus de malvada. Supongo.

Un hijo

Tengo que confesarte, querido diario, que no puedo llegar a entender cómo es que la gente suele ser tan estúpida. Quizá es que la estúpida soy yo y no me he dado cuenta.
Todo puede pasar, pero es que cuando me han dicho la verdadera razón -sin especulaciones- del porqué el niño abogado se casa, no tuve más remedio que echarme a reír.
Reír ante la estupidez, querido diario.
Reírme porque no sé hacer otra cosa que no sea reírme de las estupideces de los demás.
La verdadera razón porque el niño abogado se casa dentro de dos días es muy sencilla. Tan lo es que no puedo contener mi rabia justo ahora. ¿Porqué no lo determiné antes?
Un hijo.
La mujer que será su esposa dentro de unas horas, además de ser la única heredera de la fortuna de su padre, desarrolla un ser que lleva los genes del niño abogado.
Ya no será niño, ahora será padre abogado y pasará a ser uno de tantos y tantos abogados subyugados a la mujer. A una mujer que dentro de poco parirá con dolor y se lo recordará toda su vida y por ello le deberá su alma.
Su vida y su alma.

Un hijo.
Sólo hay dos razones para tener un hijo, querido diario. Porque quieres o porque quieres.
Y si no, porque eres un verdadero estúpido...

Y entonces, ya me quedó claro.

Iré a la boda.
Soy una especie así como de amante de las obras de teatro.

Ajedrez.

Lunes en donde resulta que no cambié el horario de mi despertador y me levanté a las seis de la mañana en lugar de a las cinco. Ya no pude ir al gimnasio porque a esa hora ya no alcanzo ir al vapor tranquilamente ni bañarme dignamente.
Lunes en el que la tarjeta del estacionamiento quedó desprogramada y me quedé esperando que alguien de la oficina llegara para poder arreglar el pequeño inconveniente.
Lunes, querido diario, dónde al llegar a la oficina y comenzar a ver los pendientes con mi café matutino, recibo la llamada inesperada.
"Había estado queriendote marcar desde hace mucho".
Pausas innecesarias, yo no quise decir más que monosílabos que no pongan en la línea de fuego a este cuerpo inerte, cuando de pronto:
"Me caso en tres semanas y nos gustaría que nos acompañaras".
Un plural funesto.
Un imperativo egoísta, como todos. Un muro que cae lentamente. Sabía que tenía que reaccionar, querido diario. Sabía que no tenía que poner al descubierto mis ganas locas por recriminarle algo. Pero las palabras no salían de mi boca.
"Pues no hay nada que decir, más que me da gusto por ustedes y que obviamente los acompañaré".
"Gracias, significa mucho para nosotros, te mandaremos la invitación con el chofer, lo haríamos nosotros mismos pero como te imaginarás, estamos vueltos locos por la premura del evento".
"Lo imagino. ¿Dónde pondrán la mesa de regalos?"
"No habriremos ninguno"
"Bien, entonces supongo que de mí podrán esperar un tostador".
Silencio fúnebre.
"Ahí estaré. Saludos y felicitaciones a ambos".

Lunes, querido diario, de pensar que todo se desmorona en un instante. Pero de pensar, que tengo al menos, un problema menos de que preocuparme. Verás, la indecisión me estaba matando y ese niño abogado se salió con la suya. Mira que enamorar a la socia del despacho y hacer una mansión en el Estado de México para codearse con la alta sociedad, tiene un mérito que no alcanzan las palabras en el diccionario para nombrarlo.
Indecible.
Sólo puedo calificarlo así, como un final inesperado que había sido planificado con cautela.
Este juego de máscaras me tiene harta. ¿Para qué? ¿Con que fin? Es un show en el que no estoy segura de participar. Esta vez no me gustaría ser la reina del ajedrez por el que se hace jaque mate. Seguro ella espera decirme con la mirada "gané". Y simplemente, querido diario, no era necesario que lo hiciera. Ella ganó hace mucho, el premio era todo suyo. Yo lo había perdido mucho antes de comenzar el juego.
Porque yo siempre me dejo perder por un peón.
Porque estoy demasiado cansada para jugar y sólo disfruto de los movimientos de alfil, pero estoy muy cansada de pensar que en el tablero, la reina tiene que estar al lado del rey. En mi caso, ese no es mi lugar. Para mi, eso no es "jugar", prefiero moverme todo el tiempo, por todo el tablero y moverme como torre, como caballo, a mi conveniencia.
Yo pierdo los juegos, todos. Pero no pierdo el poder, simplemente porque no espero quedarme al lado de un rey que sólo sabe moverse cuadro por cuadro.
Yo no.

Tu ganaste, querida.
¡Felicidades!

-Espanto y realidad-

Por fin el universo me escuchó y la dejaste.
Dejaste a esa mujer que tenía sólo un plan en tu vida: Aburrirla. No es que a esa mujer la menosprecie, no. Lo cierto es que era tan sosa que yo misma creía que tus deseos de acabar rendido ante la rutina premeditada de todos aquellos que se casan, me daba un poco de náuseas.
Todos, sin duda, se han puesto esa capucha de apoderados sentimentales para que nadie les haga daño pero ¿tu? Era imposible.

Esa mujer que te tenía a sus pies únicamente para concentrarte en una relación que ni querías, ni deseabas pero que "necesitabas" me daba tanta repulsión que supongo que esa fue la principal razón por la que dejamos de ser amantes. Y en verdad era una pena.

Dejar esas llamadas a las dos de la mañana para el sexo en el lobby de tu hotel los días que estabas aquí, eso de las cenas de manteles largos para poder juguetearnos... Eso, eso que tenías cuando llegabas a mi trabajo en un audi, esa sonrisa chueca que ni tu te creías. Aunque en realidad nunca te perdonare que hubieras dejado la moto.

¿Recuerdas cuando hace doce años te pedí una relación formal y me contestase: "Soy de nadie"? Quién diría que con el tiempo yo fuese la que usara esa frase de estandarte y tu, tu con esa mujer morena que más bien parecía gris.

Sin chiste.
Fea y gris.

Pero ahora, me he enterado que después de seis años de relación (y me canso sólo de escribir esto) por fin la dejaste. Obviamente tenía que ser por otra mujer, pues ya eres de ese grupo selecto que afirma que no puede quedarse solo (el horror de los treinta, que le dicen) pero por lo menos ésta ya no pinta tan gris. Se ve púrpura, nunca será negro intenso como yo. Nunca. Pero, al menos lograste un avance sustancial.

Me alegra que el hombre que me acompañaba en los viajes de ácido en los conciertos de Daft Punk, ahora tenga al lado una mujer que, por lo menos, elogie su locura innata.

Me alegro.

¿Yo?
Ocupada con muchos, dueña de nadie. Porque si, yo, sigo siendo de nadie.

El abril, como las flores, que renace

A mi no me basta un anillo para sentir que pertenezco a un selecto grupo de mujeres de mi edad que parece, a manera de epidemia, que se encuentran posando sus manos en todas las redes sociales posible. Quizá por eso, querido diario, me he alejado tanto de tuiter (aunque no de forma indiscreta porque me encanta estalquear a la gente que cree que nadie esta mirando) y de este blog, de ti, mi querido y amadísimo diario que no tiene la culpa de que las mujeres, a la edad temprana de 25 a 30 años se vuelven unas cazadoras urgidas del esposo en cuestión. Muchas veces hasta las he escuchado decir tonterías que no vale la pena rescatar porque soy una persona que obedece a las reglas de las buenas costumbres y, cuando ya no se puede decir nada bueno, querido diario, es mejor omitir.

Omito entonces que he pasado los últimos meses trabajando y bebiendo vino tinto por las noches en mi nuevo balcón remodelado. Me he deshecho de aquella vieja computadora y estoy, ahora incluso, trabajando en una mucho mejor que la anterior, o por lo menos logró inspirarme a volver a ti, querido diario.

Pues como jamás regreso a tomar el hilo de donde vine a confesarme, te diré que la última vez que fui al cine fue para ver Anna Karennina a petición de una vieja amiga. No me gustó. No he leído la novela, que es enorme, pero en realidad me rehuso a creer que una heroína que deja a su marido no tenga la suficiente destreza como para no dejarse llevar por las corazonadas y las bajas pasiones.

Uno no se enamora de sus bajas pasiones. Si eso creen, permítanme condenarles a una vida llena de desdichas. Una se enamora de un hecho, no de un idilio. Se enamora de comprar una casa para compartirla con alguien, no se enamora de quien permite que la penetración sea más sencilla ¿Comprenden?

¿Recuerdas al niño abogado? ¡Cómo olvidarlo! Comí ayer con él y quizá, lejos de no mentirte con el asunto de la computadora, querido diario, lo cierto es que él puede ser la mayor razón que tuve para, después de desahogar ciertos pendientes en la oficina, vine a platicar contigo, para decirte que fue un gusto saber que, de nueva cuenta, el tiempo ha causado que lo olvide de una manera definitiva.

Por ahí, alguna vez leí que el amor hace que el tiempo pase rápido, pero que el tiempo hace que pase rápido el amor. Y es totalmente cierto. Vamos, ¡hasta lo vi feo!, situación que hace más de un par de meses, me parecía imposible. ¡Ande querido diario que el niño abogado es feo! Parece que perdió gracia cual niño de Holliwood que después de hacer tres películas exitosas ahora es un don nadie sumergido en las drogas.

Pasó por mi en su coche y fuimos a comer a un lugar de pastas. Vino tinto y mis pantorrillas enfundadas en medias negras para impresionar con el trabajo del gimnasio, fueron mis mejores aliados. Al final, tuve que desabotonarme la camisa blanca, a causa del calor, claro está... Y no pude evitar sentir su mirada como enganchándose a mi cuerpo.
- Qué pena, le dije, tengo que regresar a la oficina.
- Pppero ¿No me vas a dejar llevarte?
- No.
Y tomé un taxi.
No regresé la mirada, no miré encima de mis hombros, si mi corazón ya es ciego a sus nulos encantos, mis ojos también debían serlo.

Adiós, para siempre.

Amada amor amante

Años sin pasar por aquí.
Puede ser porque, en realidad querido diario, ya nadie pasa por aquí y temo que algún día saliendo de Moliere me encuentre a alguien que me diga: ¿Tu eres la mujer que sigue creyendo que tener un diario es sexy? Puede ser.

Si fuera el caso, seguramente le tomaría de la mano e iríamos a un lugar más íntimo. Siempre y cuando sea buen mozo, de lo contrario tendría que olvidarse de mi, como miles de hombres cuyos nombres no logro recordar.

Por ahora, por este momento, sólo estoy aquí porque debo decir que la última aventura me costó tener el pie con una bota de yeso, lo cual provocó que no fuera al despacho y ergo, me la pasara comiendo helado de chocolate a montón. Subí tres kilos y la galaxia comenzó a conspirar en mi contra. De regreso al gimnasio (porque no pienso regresar a ti, querido diario, hablando sobre la tontería de saltar una barda para que no me viera la esposa del tipo más sexy con el que estuve en lo que va del 2013) me topé con Ulises.

Después de dos semanas de arduo entrenamiento, nos encontramos en la clase de pilates.
- No sabía que los hombres se cuidaran haciendo pilates.
- Yo no sé como pude vivir 29 años sin ti.

Me enamoro. 
Eso y el peinado más masculino que en estos tiempos he visto.

De ahí me invitó por un café y luego fuimos a cenar y luego nos acostamos.
Ulises es un buen hombre, arquitecto que trabaja en un lugar que me es prohibido revelar, que usa loción que huele tan bien que puedes deshacerte ahí mismo, pero que no se deja olvidar tan fácilmente; tiene brazos fuertes y músculos de ensueño. Alto y mestizo, una delicia.

Sin embargo tendré que llevármela con calma, ya que el fin de semana tuve a mal encontrarme al niño abogado quien me dio la invitación para su boda.

- ¿Todavía la gente se casa? Bien, más trabajo para mi.
- Me encantaría que fueras, te di dos boletos, pero por favor, no lleves a tu sarcasmo.

Chico listo.
Chica tonta.
La vida es ¿cómo dicen? culera. No juega a los dados, es culera.