Bienvenida de vuelta.

Me da mucha risa pensar en lo que me pasó con el niño abogado pero más lo que pasó la noche del viernes pasado. Resulta que los socios hicimos una "cena" para todos los clientes que teníamos y la devoradora de almas de niños abogados llegó acompañada, porque no, de su nueva presa.

La verdad es que la mayoría de los de la oficina sí sabían que había algo entre aquel muchachito y yo, pero se quedaban callados y cuando vieron tal escena, la boca se les calló al piso y... También me dio risa su intento por distraerme para no ver tal acontecimiento. La verdad es que ya me esperaba algo así: Las mujeres siempre solemos presumir lo nuevo adquirido, desde un nuevo par de zapatos, hasta... al galán en turno.

Enfundada en un vestido negro straples con perlas blancas y zapatillas de aguja, cabello perfectamente recogido y un maquillaje que no tenía nombre pretendí jugarme la vida antes de poner una cara triste en ese momento.

Sonrisa chueca, chanel número 5 y labios rojos... Te presentaste como si nada hubiera pasado entre nosotros.... No.... Como si todo hubiera pasado. Y sigo con el rictus de mujer arrebatadora, intentas castigarme con tus ojos de gato.

- Licenciada.
- Dígame.
- ¿Cómo la trata la noche?
- Mejor que nunca. Por cierto, antes de que se me adelante, felicidades por su nuevo noviazgo, les auguro mucha felicidad.
- Gracias.
- ¿Algo más que me quiera decir?
- No.
- Que disfrute la noche, licenciado. Discúlpeme pero tengo muchos negocios que atender, usted comprenderá. Fue un placer.
- El placer, como siempre, fue mío.

Y me fui.

Tuve reuniones con muchos clientes y pacté un par de igualas. Sostuve pláticas con mucha gente, pero siempre como si mi mente estuviera en blanco y sólo le permitiera salir a la socia de uno de los despachos más importantes en Polanco.

El niño abogado se paseaba por todos lados ofreciéndole la mano a su nueva novia. Y yo andaba por todos lados fingiendo que me importaba un carajo.

Entonces ella se me acercó, con él como mascota.

- Licenciada Suárez, es un gusto encontrarla de nuevo.
- Me parece, licenciada Manjarréz que el mundo jurídico suele ser un poco hipócrita algunas veces, pero aprecio su intento de ser cortés conmigo.
(risa nerviosa de parte de ella)
- Licenciada ¿Qué cosas dice? Yo sólo vengo a pretender asociarme con ustedes.
- Que bueno que pretenda, porque a mi despacho no le interesa.
- ¿Me esta diciendo, licenciada, que su despacho no tiene interés en crecer?
- No será eso posible, los asuntos que llevas, nos costarían más que los que nos remuneraría y de mi cuenta corre, licenciada, que usted y las nimiedades (silencio a propósito para barrer al niño abogado) que usted nos traería, no nos interesan, vamos por asuntos más, gordos. Y ahora si me disculpas, tengo asuntos más importantes que tratar. Buena noche.

Y me alejé sin dar oportunidad de decir media palabra.

Uno de los socios del despacho se percató de toda la escena y en su oportunidad (mientras estaba bebiendo una copa de champagne y comiendo una fresa) me susurró: Welcome back.

Y yo sonreí, he regresado.

Carta al niño abogado

Llegaste y me trajiste una sonrisa. Ganas de llegar a la oficina y el ánimo para coquetear, no sólo contigo, todos los días. Me alegra que llegaras a mi oficina con cara de ingenuidad y una gran currícula bajo el brazo. Eres en demasía, inteligente.
Empezamos con ese flirteo atareado. Recuerdo tus manos suavecitas y tu nariz en mi cuello. Me tomaste la mano por debajo de la mesa en ese bar en el que decidiste, sentarte a mi lado. Lo recuerdo como si fuera ayer, niño travieso.
Y entonces me atrapaste. Te miraba a hurtadillas mientras no te dabas cuenta y me impresionabas de una forma en la que pocos hombres me habían interesado. Me cautivaron tus silencios más que tus palabras, siempre he sido débil ante la debilidad y el afán de protección me hizo ir a tu lugar los jueves y los lunes para platicar contigo, de derecho, de normas, de leyes, de lo que fuera... ¡Hasta de música!
Comenzaron una mañana de audiencia, los besos. Nos quedamos de ver a las 7 de la mañana en el despacho y mientras esperábamos al cliente, nos besamos como consecuencia del acuerdo de voluntades que nunca antes había tenido tan claro.
Ya no pudimos parar. Esperábamos el momento oportuno para que nadie nos viera escaparnos juntos cuando los días laborables terminaban. Reías siempre que te pedía que manejaras mi coche y dábamos vueltas por Moliere hablando francés. Masticando Francés. Masticándonos. Entonces te llevaba a tu casa y me abrazabas de una forma que nunca olvidaré. Y me reía y tu reías y me tocabas el rostro y sonreía más. Me dejabas dormir quieta, sin pesadillas. Y llegaba temprano para verte llegar. Te mandaba mensajes secretos en post-its de colores que llegaste a guardar en tu cartera y tu me dedicabas canciones de grupos que no conocía.
Me retabas siempre en cuanto a Derecho, apostábamos sobre que argumento podría servir más en el pliego de preguntas al perito en grafoscopía ¿Te acuerdas? ¡Que risa!
Nunca llegamos a nada, nunca quisiste que si fuera por mi, te hubiera subido a mi pent-house y hubiéramos visto las estrellas, contándolas una por una, en una ecuación que me permitiera darte un beso, por cada estrella.
Y que mejor, decidiste... Irte.
Justo un día después de que te dije que quería estar contigo, maldito, hiciste que te confesara lo que me hacías sentir, mereces puntos extras nada más por ese hecho. Te llevas muchos puntos extras. Me confesé y luego tu te fuiste.
Ahora ya sé plenamente la razón por la que lo hiciste... Te fuiste porque... Ya tenías a otra mujer.
Yo la conozco, fuimos amigas hace como tres años. Ella es casi de tu edad, te lleva sólo un año, no como yo que te llevo como 5 o 6... Ya perdí la cuenta. Me cae bien, es buena niña, también es abogada pero... No creí que fuera tu tipo. Que equivocada estaba.
Debo de ser sincera contigo, no puedo imaginarlos juntos pero los conozco a ambos por separado y creo que se llevarán bien. Aunque les advierto que ambos se llevaron de mi, las ganas frustradas. ¡Que les aproveche! Más les vale.
Niño abogado, que gusto haberle conocido. Que gusto que hubiese llegado a mi vida, por dos meses, el hombre que pudo hacerme reír por tanto tiempo, que alegría me da que se fijara en mi mucho más allá del buen físico que sé que tengo. Que le gustara mi arrojo y me admirara al mismo tiempo. Que me dijera que me tenía miedo...
Adiós mi niño abogado, a ti te falta mucho por andar, a mi, me falta mucho por retroceder.

Silencio

La razón por la que no he escrito, querido Diario, la conoces ya.
El niño abogado se fue.
Le ofrecieron un mejor sueldo y se fue con la prerrogativa de más de ya no volver a saber nada de mi.
Me quedé con sus promesas en las manos. En mis palmas que se convirtieron en puños. Del coraje, del dolor.
Me quedé con un momento, en un restaurante lujoso, tratando de controlar mis propias lágrimas al momento en el que me dijo que prefería irse a quedarse, era para él mejor, dejar de intentar.
De intentarme.
Y se fue. Se llevó sus cosas en una caja y lo que quedaban de mis ganas de amar, en un folder color manila.
Tengo más de una semana de escuchar el silencio, y al mismo tiempo, a mi corazón reclamarme algo que no logro distinguir.
Ni lograré distinguir.
Estoy muy triste por ahora y por estos días raros, querido diario. Lo que me preocupa es que mi subconsciente me reproche y me diga: Te lo dije.
Pero tu no me lo dirás ¿verdad? Tu no.