Ramo de rosas número tres mil cuatrocientos cincuenta y ocho.

No soy mujer para ti, debes aceptarlo.
Le dije. Creí que iban a desfallecer en ese momento y ante su incredulidad, seguí con el monólogo querido diario, que ya conoces. Que no soy buena mujer, que me enamoro con facilidad, que de igual forma me aburro, que estoy en constante aventura, que yo ya perdí mis oportunidades con el amor, que yo ya no me debo nada con el romance...
Pero parecía no entenderme.
Te voy a destruir y te convertirás en un hombre más de los cuales las mujeres tanto se quejan. Y eso es una lástima. Puedes ser buen marido, buen novio, pero amante serías el peor. No soy mujer para ti, debes entenderlo.

Consiguió entonces salir del restaurante sin decirme una palabra y pensé que me había librado de él hasta este momento en el que, al llegar de comer, me encuentro con un descomunal arreglo de flores: "Haré que te enamores de mi".

Le mandé un mensaje de texto: "El amor nunca debe forzarse".

Fin de esta historia.