Me atrevo a decir que todas las mujeres sabemos el momento indicado en el que debemos irnos. Sólo que son muy pocas aquellas que lo hacen, supongo que es porque tienen miedo y no quieren estar solas y entonces secuestran lo poco que les queda de dignidad y siguen arrastrándose a un final cada vez más esperado. Pero a mí no me da miedo estar sola. A mí no me da miedo darme la famosa media vuelta, no importando nada e irme. Porque a fin de cuentas yo sólo vine al mundo a huir y eso ya lo tengo más que definido.
No voy a relatarte, querido diario, como fue el último acto de escapismo pero no resultó nada bien. Para él, claro está. Porque yo hace quince días estoy secuestrada en todos los restaurantes de polanco porque la vida suele ser demasiado corta para basarse en el glamur. Aunque resulta un ejercicio bastante interesante.
Ahí, en un restaurante de tapas me encontré a una amiga.
Fue divertido porque pedimos demasiado vino y teníamos muchas historias que contar.
Pero ahora que está casada suponía que las cosas habían cambiado.
Acerté pero para mal.
Resulta que ella y su esposo viven una obra de teatro donde ellos son los personajes principales a los que dejan que les suceda todo.
Yo quiero un escenario porque actores, ya tengo muchos.