¿Te acuerdas de ese momento en el que al llegar a la oficina, me besaste?
Yo también.
Cada que lo recuerdo, me parece como una mentira, como algo que nunca viví. De ser el caso, ese rastro de anécdota está destinada a morir. Y eso me parece sumamente triste.
Es extraño como han pasado los años, como han pasado las personas en mi vida y me siga acordando justamente de ese momento.
Días en la oficina sin terminar las labores. Días frente a la computadora escribiendo borradores que nunca verán la luz de la publicación en este blog simplemente porque la historia, a veces me parece, jamás debe ser contada.
Quien me conociera diría que estoy encaprichada.
Puede ser.
Pero en el fondo de mi corazón enmarañado, asustado y ensangrentado; te extraño porque nadie ha sido capaz de robarme un beso de esa forma.
Solías ser tan audaz cuando estabas conmigo que parece modo de mentira que ahora te conformes con ser el pobre propietario de un negocio que ni siquiera forjaste tu.
Eso, conformarte.
Conformarse con ser... Papá.
2 comentarios:
Quedé abrasado (si, con "ese", bueno no con aquél... digo, es decir, con la letra "S")
"(...) no creas que el haber quemado las naves significa que no hay vuelta atrás; las historias se seguirán contando, no importa que tanta perturbación subsista. No obstante, el movimiento mi querido colega, eso es lo que impide que permanezcamos impávidos (...)" (fragmento de la obra "Lo que no se ha dicho")
.
.
.
"ipávido" es una hermosa palabra.
Publicar un comentario