No creas querido diario que se me dio por ser cursi. Nada de eso.
Lo que realmente sucede es que me recordé hace algunos años, cuando vivía de ser una licenciada más, en un despacho más de esta ciudad. Dado que trabajábamos en caballerizas en Ernest & Young, tenía trabajando de frente a un bombón que me encantaba cada vez que pasaba al lado de mi, dejando un rastro de loción que refrescaba todas y cada una de mis hormonas, hasta que ya no pude más y decidí que tenía que ser mío de alguna forma.
Sin duda, y sin menospreciar la belleza femenina, querido diario, cosa que sinceramente nunca hago y nunca haré, debo reconocer que su novia era sinceramente guapa, pero no lo suficientemente encantadora como yo, a los 22 años.
Inevitablemente le pedí el número de su mensajero personal y comenzamos a charlar bajo conversaciones básicas: Primero sobre el clima, luego sobre música, sobre películas, sobre libros, sobre la escuela, sobre novias, sobre ¿te invito un café?, sobre ¿Te gustaría ir a la ópera conmigo?, sobre esas cosas...
Hasta que de pronto me encontraba todos los días comiendo a su lado, esperándolo para que se aplicara y me echara una mirada coqueta y pudiese respondérsela con un pícaro roce de piernas.
Sucedió más pronto que tarde que comenzamos a coquetearnos de una manera tan oculta que hasta la fecha, me excita nada más de volverlo a recordar, me hacía sentir endemoniadamente sexy, desesperadamente sensual.
Un día estaba sirviéndome un café en la sala de descanso cuando llegó, se ubicó detrás de mi; pensó que me asustaría pero lo delató su olor que pude percibir desde metros antes, rozó mi mano y en ese instante cerré los ojos. Me dejé llevar. Dejarse llevar entre las manos de la pasión, el deseo y lo que pueda pasar, es de las mejores cosas que sé hacer.
Puso su rostro entre mi cuello y mi hombro y me susurró: Te deseo.
Loca por el impulso, me deshice de él y regresé a la computadora.
Él hizo lo mismo. Se puso los audífonos simulando trabajar.
Le escribí en el mensajero: Esta canción es para ti.
Se quitó los audífonos y escuchó.
Dos días después estaríamos en un hotel cerca de la oficina, antes de que su novia pasara por él.
Jamás olvidaré ese momento y lo que me hizo sentir.
Recurro a él cada vez que me siento sola.
Hasta compré su loción... Para volver a emocionarme, cerrar los ojos y escuchar su voz bajita: "Te deseo"
2 comentarios:
Soy fans de todas tus historias.
Muy fans.
Gracias querida Andrea, una las recolecta a lo largo de su vida, aunque de pronto sólo te encuentres recordándolas.
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