Llegaste y me trajiste una sonrisa. Ganas de llegar a la oficina y el ánimo para coquetear, no sólo contigo, todos los días. Me alegra que llegaras a mi oficina con cara de ingenuidad y una gran currícula bajo el brazo. Eres en demasía, inteligente.
Empezamos con ese flirteo atareado. Recuerdo tus manos suavecitas y tu nariz en mi cuello. Me tomaste la mano por debajo de la mesa en ese bar en el que decidiste, sentarte a mi lado. Lo recuerdo como si fuera ayer, niño travieso.
Y entonces me atrapaste. Te miraba a hurtadillas mientras no te dabas cuenta y me impresionabas de una forma en la que pocos hombres me habían interesado. Me cautivaron tus silencios más que tus palabras, siempre he sido débil ante la debilidad y el afán de protección me hizo ir a tu lugar los jueves y los lunes para platicar contigo, de derecho, de normas, de leyes, de lo que fuera... ¡Hasta de música!
Comenzaron una mañana de audiencia, los besos. Nos quedamos de ver a las 7 de la mañana en el despacho y mientras esperábamos al cliente, nos besamos como consecuencia del acuerdo de voluntades que nunca antes había tenido tan claro.
Ya no pudimos parar. Esperábamos el momento oportuno para que nadie nos viera escaparnos juntos cuando los días laborables terminaban. Reías siempre que te pedía que manejaras mi coche y dábamos vueltas por Moliere hablando francés. Masticando Francés. Masticándonos. Entonces te llevaba a tu casa y me abrazabas de una forma que nunca olvidaré. Y me reía y tu reías y me tocabas el rostro y sonreía más. Me dejabas dormir quieta, sin pesadillas. Y llegaba temprano para verte llegar. Te mandaba mensajes secretos en post-its de colores que llegaste a guardar en tu cartera y tu me dedicabas canciones de grupos que no conocía.
Me retabas siempre en cuanto a Derecho, apostábamos sobre que argumento podría servir más en el pliego de preguntas al perito en grafoscopía ¿Te acuerdas? ¡Que risa!
Nunca llegamos a nada, nunca quisiste que si fuera por mi, te hubiera subido a mi pent-house y hubiéramos visto las estrellas, contándolas una por una, en una ecuación que me permitiera darte un beso, por cada estrella.
Y que mejor, decidiste... Irte.
Justo un día después de que te dije que quería estar contigo, maldito, hiciste que te confesara lo que me hacías sentir, mereces puntos extras nada más por ese hecho. Te llevas muchos puntos extras. Me confesé y luego tu te fuiste.
Ahora ya sé plenamente la razón por la que lo hiciste... Te fuiste porque... Ya tenías a otra mujer.
Yo la conozco, fuimos amigas hace como tres años. Ella es casi de tu edad, te lleva sólo un año, no como yo que te llevo como 5 o 6... Ya perdí la cuenta. Me cae bien, es buena niña, también es abogada pero... No creí que fuera tu tipo. Que equivocada estaba.
Debo de ser sincera contigo, no puedo imaginarlos juntos pero los conozco a ambos por separado y creo que se llevarán bien. Aunque les advierto que ambos se llevaron de mi, las ganas frustradas. ¡Que les aproveche! Más les vale.
Niño abogado, que gusto haberle conocido. Que gusto que hubiese llegado a mi vida, por dos meses, el hombre que pudo hacerme reír por tanto tiempo, que alegría me da que se fijara en mi mucho más allá del buen físico que sé que tengo. Que le gustara mi arrojo y me admirara al mismo tiempo. Que me dijera que me tenía miedo...
Adiós mi niño abogado, a ti te falta mucho por andar, a mi, me falta mucho por retroceder.
4 comentarios:
"No hay ni mejores ni peores épocas... hay eventos que se recuerdan o no" (FdeB-SXXI).
Yep, contra eso no se puede... no más no...
Lo bueno es que descubriste que aún existen personas que pueden hacerte sentir así. No fue él, pero algún otro si será. Algún otro que pueda ganarle al miedo que a éste le daba estar contigo.
Un beso!
Lola, no estés triste.
No sé que más puedo decirte, te oí muy mal y sólo quiero que sepas que: Él se lo pierde y tu te lo ahorras.
Un beso.
Hay un hombre para ti, y no es ese....creeme, aunque los tomemos por pendejos a todos, hay uno que otro rescatable
Besos!
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