Lo cierto es que me encontré a la mujer por la que mi primer (y único) novio, me dejó. ¿Así más fácil?
Bien. Estaba yo (¿Dónde si no?) en las baratas del Palacio de Hierro en cuanto vi una chaqueta color fiusha encantadora y me dirigí a coger la de mi talla, cuando de pronto así de la nada llegó una mujer con una hermosa gabardina blanca y zapatos negros.
- Es muy bonito, me dice, sobre todo para los días lluviosos.
- Lo sé, es para provocarle al cielo que, sin embargo, tú si eres feliz.
Giré lentamente para mirar de frente a tan afortunado comentario y ahí estaba ella. El pelo más brilloso y manejable que nunca, las facciones tan definidas que parecían cortadas por un santo, su nariz que odia (y que seguro sus facciones también odian) y su tez tan blanca que casi, me pongo a llorar. Todo hacía juego con ella, es de verdad hermosa.
- Dolores ¿Cómo estas?
No supe que decir, si reírme por encontrármela así nada más y haberle contestado su atinado comentario o llorar, así por encontrar que seguía siendo la misma encantadora mujer que era capaz de quitarme a cualquier hombre. No supe hasta que miré mi reloj casi por inercia.
- Disculpame Estefanía, no quiero ser grosera pero...
Sin dejarme terminar mi pretexto, me tomó la misma mano que sostenía la talla 24 de aquélla chaqueta y ninguneo mi tono de voz, ejecutando entonces la mejor estocada que una mujer puede darle a otra: - Querida, eso fue hace mucho tiempo ¿Me aceptas un café?
No podía dejarme derrotar así sin escudo y sólo alcancé a decir: - Acepto, pero tengo que irme en menos de una hora, de verdad tengo mucho trabajo.
- Claro... Dijo ella, dejándome muy en claro que no creía ni media palabra.
Platicamos del clima, de la barata, de la tienda Moliere sobre como ha cambiado tanto, de las tarjetas de crédito y las mensualidades sin intereses. De los spas y de Pachuca.
El barista del starbucks nos dio nuestros cafés y entonces, después de un suspiro comenzamos el relato de hace más de quince años en el que ella, yo y un "fulano" convivvimos como un triángulo peligroso en el que yo, como la novia, al parecer sufrí situaciones que no debía que ella no quería provocar, que no sabía. Pretextos.
Tuve que detenerla justo en eso: "ella no quería". - Tienes razón, Estefanía, eso fue hace mucho tiempo. Le dije mientras le tomaba la mano que sostenía su cafe javachip sin crema con leche deslactosada light. Continué: - No vale la pena seguir buscando razones ni intentando, mucho menos, hallar el hilo negro de nada.
Me levanté del sillón con mi te Chai sólo para decirle: No sabes como te agradezco que hayan pasado las cosas tal cual como ocurrieron, no me arrepiento de nada. Así que quedate en paz. Por mí, estamos en paz.
Los encuentros con las ex no sirven para nada.
Sólo para recordar una estúpida fotografía en donde él sale con ella, sonriendo, en mi cumpleaños.
2 comentarios:
Amo tus historias.
Amo que me visites mi querida Vain¡lla, algo me dice que, al parecer tengo la gracia de convertir un momento en una historia.
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